La mujer que había dentro de mí, me miraba en el espejo, escudriñando quizás el porqué de mi actitud. Aquel asunto le pareció mal llevado por mi parte, pero el impulso de mis sentimientos me pudieron. No pude evitar escupir toda mi bilis, una bilis acumulada durante años, me sentía obligada a ser marioneta que imitaba a los demás. Me miró en el espejo con ojos lastimeros, en el fondo me hacía comprender que sólo yo podía solucionarlo. Una sonrisa trémula se dibujó en mis labios y una nueva esperanza brotó en mis manos. Estaba convencida de que lo conseguiría.