MEMENTO MORI
Con las manos fuertemente adosadas a los laterales del lavabo, la mirada desorbitada, fija en el reflejo del sucio espejo. Unos ojos vidriados de miedo. Un miedo reflejado que le escruta el rostro, incesantemente gris, incansablemente cuestionado. Un ser lleno de inquietudes molestas. El agua que corría por su cara no llegaba a refrescar ni el pensamiento ni su sudorosa piel. Se quedó así por un instante, que pareció infinito; perdió la noción del tiempo buscando la escurridiza respuesta; se daba por vencida a ratos. Sólo necesitaba saber su respuesta, la que ella creía necesitar, la que creía que la liberaría. Pero realmente, tenía el mayor miedo de todos sus miedos, el de saber la respuesta a su propia pregunta. Se quedó con la mente en blanco, ausente en su mirada penetrante. Los pensamientos brotaron sordos creando una sensación de desesperanza que recorría todo su ser. Miedos. Miedo a creer en lo que realmente no conocemos, a la muerte inminente, a la oscuridad y la soledad; miedo