Ciudad

De pie sobre el suelo de piedra dura, inmóvil, dejándome invadir por el ruido que se va convirtiendo, a medida que me hace suya, en murmullo, cada vez más rápido, hasta que se hace extraño y horrible. Todo gira en torno a mi piel, que la traspasa quedando el pensar sin pensar suspendido en el humo contaminado. Luces y sombras, sarcástica metáfora de lo que me es tangente. A mi paso ligero y huidizo la ciudad se me antepone, llegándome a irritar, la esquivo, se ríe, frunzo el ceño y me deja paso durante algún tiempo. Tengo tantos pensamientos a los que quisiera dar carpetazo que ni se molestan ahora, mientras huyo por las venas de la ciudad, en golpearme la frente. Siento detrás de mí que el tiempo se me descuelga, se pierde, y sólo arreo el lamento de no saber cómo rescatarlo. Me confundo, entre tantos olores mezclados, olores a cementos húmedos en obras inacabadas, a petróleos quemados, a cigarros moribundos en bocas apestosas, a perfumes pesados, no me reconozco en el caliente aire recargado. Las leves luces de la calleja deprimida parecen un mal agüero de mi actitud.

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