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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Nada es insignificante_III

A la mañana siguiente, Alex se encontraba de pie, paralizado frente al salón, con los ojos y la boca en una mueca de incertidumbre. La irritación le iba haciendo cosquillas en el cogote y las cejas se le fruncían. Cogía aire y en su garganta aparecía un nombre: —¡Anaaaaaaaaaa!— gritó con furia—¡Qué es todo esto! Ana salió rápidamente del trastero: —¿Qué pasa qué pasa? —¡Qué es todo este desorden! —Nada Alex, estaba haciendo sitio... —¿Sitio para qué?¿No ves cómo lo has puesto todo? El salón estaba lleno de cajas y trastos. Un completo desorden para Alex, una traición a todos esos objetos que los sentía clamarle que los devolviera a su sitio. A Ana en el fondo le hacía gracia la excentricidad de su hermano. Alex no podía hacer una cosa con ella sin que se irritase. Para él Ana todo lo hacía mal, todo lo ponía descolocado. Todo era un desastre. El lunes volvió al trabajo. Ese día se levantó dando un pisotón al suelo con el pie derecho, salió de su casa dando otro pisotón y