Nada es insignificante_III

A la mañana siguiente, Alex se encontraba de pie, paralizado frente al salón, con los ojos y la boca en una mueca de incertidumbre. La irritación le iba haciendo cosquillas en el cogote y las cejas se le fruncían. Cogía aire y en su garganta aparecía un nombre: —¡Anaaaaaaaaaa!— gritó con furia—¡Qué es todo esto!

Ana salió rápidamente del trastero: —¿Qué pasa qué pasa?

—¡Qué es todo este desorden!

—Nada Alex, estaba haciendo sitio...

—¿Sitio para qué?¿No ves cómo lo has puesto todo?

El salón estaba lleno de cajas y trastos. Un completo desorden para Alex, una traición a todos esos objetos que los sentía clamarle que los devolviera a su sitio. A Ana en el fondo le hacía gracia la excentricidad de su hermano.

Alex no podía hacer una cosa con ella sin que se irritase. Para él Ana todo lo hacía mal, todo lo ponía descolocado. Todo era un desastre.

El lunes volvió al trabajo. Ese día se levantó dando un pisotón al suelo con el pie derecho, salió de su casa dando otro pisotón y santiguándose fuertemente. Seguía irritado. Temía que sino se controlaba tomaran represalias contra él.

Pero en la oficina fue a peor. Se peleó con la fotocopiadora y el ordenador, los bolígrafos y los papeles saltaban por los aires. El jefe le llamó la atención al ver que tenía incluso a los compañeros atemorizados.

Estuvo así toda la semana. Su hermana no encontraba trabajo y se pasaba todo el día en casa, perturbando el orden natural de las cosas. Para Alex se convirtió en un suplicio estar en casa y en la oficina y en cualquier parte. Sólo veía objetos igual de irritados que él, enfadados, indignados, reclamando su lugar, el trato que merecen, amenazándole...

Alex se sentía demente, tenía que hacer algo. Desde que llegó su hermana todo empeoró. Quiso darle una oportunidad por si había cambiado pero estaba comprobando que no, que seguía siendo igual.

Una buena mañana lo decidió. El puesto de Alex en la oficina apareció vacío. Nadie pudo dar con él. El día transcurrió silencioso. Por la noche sofocaban un incendio en el apartamento de Alex. No se supo tampoco de Ana.

Comentarios

dsdmona ha dicho que…
He descubierto tu blog por casualidad, me ha gustado lo que he visto así que me quedaré por aquí sino te importa.
En cuanto al texto... si todo es tan insignificante para Alex porque quema la casa? tan insignificante es también su vida como para perderla?

D.
Anónimo ha dicho que…
Me gusta lo que has escrito. Quizás lo insignificante es lo necesario.
neko ha dicho que…
¿Quién sabe a dónde puede llegar la desesperación de una persona? Para Alex nada era insignificante pero no soportaba ver que para otros sí lo eran. De todas maneras esta historia está llevada al extremo.
Anónimo ha dicho que…
Neko! Feliz año 2010.
Vi tu entrada en Facebook, pero tú y yo sabemos que nos manejamos mucho mejor por aquí.
Que este año te traigan las musas más palabras, más dibujos, más pensamientos y vivencias que me hagan posar mis pupilas en este blog.
Bsitos
Vanessa V M ha dicho que…
¿Quién no se ha sentido alguna vez como Alex? Muchas veces, en mi silencio, en mi intimidad, veo quemar el desorden de las cosas, la furia que me despiertan, los interrogantes que afloran en mí, quisiera quemarlo todo y quizá no de una manera tan metafórica. Alex tuvo el valor. Pero, hay va mi pregunta, mi admirable neko: Lo quemó porque en las cenizas, como el feníx, todo renacería, con la esperanza de que surgiera mejor?
Si para Alex todo hubiera sido insignificante, la fotocopiadora, su trabajo, su casa, su hermana, hasta él mismo, no hubiera dejado que el fuego lo redujera a la NADA.
Es increible tu tráfico de palabras...
Te sigo leyendo...Muaksssss ;D
neko ha dicho que…
Supongo que el personaje cometió un acto de locura, que como bien dices, quién no ha llegado a sentir el impulso de destruirlo todo? sin importar las consecuencias. Procuré que el final quedase abierto, aunque no niego que la conclusión por la que quiero guiar es totalmente fatídica.

cosas que pasan...

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