Odeón irritable

Como bien dices ese “ambiente de competición” es el que nos envenena los pensamientos, nos corroe el cuerpo de escalofríos y espasmos violentos. No entiendo cómo llegamos a estos puntos, que parece que si trazas una línea uniéndolos forman el dibujo de una soga. En el ardor de la batalla no se mira ni que se esté una noche sin dormir ni que se esté a la intemperie con las horas pesando sobre el cuerpo... ¿Y todo para qué? Siempre con el mismo anhelo, con la misma ansia de conseguir algo que, si pensamos fríamente, no nos quita la vida y podemos seguir viviendo teniendo lo que tengamos... pero nos desvivimos. Es la contradicción de la que somos víctimas todos, tanto de los que la tienen dentro como de los que, por las circunstancias, les acaba abordando.

Quienes vivan esto, sabrán de lo que estoy hablando. Y los que no, se lo explicaré en pocas palabras. Esta maldita manía de no hacer las cosas bien desde el principio, aún a sabiendas de lo que pasaría. Somos la primera promoción de una carrera que abrió las puertas de un sótano sin tener pensado un lugar a corto plazo. Ahora entramos en un cuarto curso sin puertas que den ni a un triste sótano, ni a una triste aula, ni a un triste edificio de hojalata. Vapuleados de rumores, falsos comentarios, dudosas promesas, etc., hemos perdido todos los puntos cardinales, ya no sabemos a quién dirigirnos, ni qué gritar, ni qué hacer; sólo resignarnos por tener algo que ni siquiera nos llena. Y que no parezca que sólo me refiero a unos cuantos ladrillos, esto se expande hasta los tratos personales de todos.

Se me quedan muchos detalles en el tintero. Tres años, a día de hoy, han dado mucho de sí en el sentido negativo y poco en positivo los compensa.

Como se dijo en una ocasión “no voy a ser yo quien tenga la soga al cuello y me quite el taburete”, que viene a decir algo así como que sufrir por sufrir es tontería.

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