Nada es insignificante_II
Una tarde al salir del trabajo, el cielo amenazaba lluvia. Viendo que se mojaría esperó al autobús. El paraguas era un objeto que cuando se lleva encima no llueve, incluso sale el sol, y cuando no se lleva encima cae el chaparrón como el que le estaba cayendo a Alex en ese momento. La parada no tenía marquesina y el techado más próximo estaba lo suficientemente lejos para cuando llegara el autobús y no parase al ver a alguien detrás corriendo. Decididamente, se quedaría hecho una sopa. Para más inri, llevaba clavado cuarenta y cinco minutos. A la hora y media, resolvió volver andando, total, un resfriado tocaba como mínimo. A los quinientos metros una ola lo cubrió entero, el “maldito autobús” acababa de pasar y para más mofa había hecho otra de las suyas. Alex se empezaba a preocupar, pensando qué había hecho mal para que no tuviera un poquito de suerte. Se santiguó dos veces lentamente y apretó el paso Al día siguiente relucía un sol asfixiante y en la mano de Alex brotó un hermoso ...