Entradas

Envidia

Le envidio.  Le envidio su tiempo. Le envidio sus caricias. Le envidio sus miradas. Le envidio sus risas y sus silencios. Le envidio sus conversaciones nocturnas.  Le envidio sus besos mañaneros. Le envidio sus petite mort. Le envidio sus escalofríos. Le envidio sus secretos. Le envidio todo eso que tuvo contigo. Y lo tiró.

Somnium

Me fundí en lo indescifrable, en el perdón, en la paz, en los te quiero, en el cuidado, en las sonrisas. U na sinceridad que quemaba la piel y me liberaba. No sentía el más mínimo rencor. Vivir con esa carga no me iba a hacer llegar muy lejos. Aprendí, y solo voy a decir que aprehendí, el valor real de esa palabra, que me grabé a fuego todas las enseñanzas en mis valores y me hace ser mejor persona hoy, despierta.  Por alguna extraña razón, lo que sea nos puso en la vida de la otra. No creo en las coincidencias azarosas, aunque a veces no les encuentre el sentido.  Pero, después de tantos años, con  éste abrazo lo veo claro. Gracias por despertarme.

Hilo de tonos azules

Sumergida en esta penumbra de tonos azules, el frío invade mi ser. Tus ojos no dejan traspasar la poca luz que pueda dar este mundo infecto. Paso la mano por la polvorienta piel, dejando perfectos surcos en una piel casi mortecina. La sangre se agolpa en las venas rabiosas y son malos estos tiempos para creer en la felicidad. Constructo. Pensamientos mordaces arman un día tras otro y aniquilan toda sed de ser diferente. Una idea se plantá en tu alma y brota... surge con la fuerza de la fe, rompe con la débil mirada cálida con la que se pudiese mirar al horizonte. Y sigues ahí, de pie, esperando a que acaben contigo, porque nadie plantó jamás la voluntad de ser tú el dueño de tu vida. De qué quieres ser dueño entonces... Y así, sumergida en los azules que se tornan grises, acuno el miedo, rozando la locura, el sentimiento negro que te hace vislumbrar que puedes perderte, el tsunami que te arrasa toda calma, lo que te arrastra al vacío sabiendo que no tendrás sostén para t

Café bombón

La textura pesada en el paladar, una bomba dulce que se deshace a lo largo de la lengua. Una música que pone banda a una historia que sólo acaba de empezar a ser leída. Una ciudad por remodelar tras la ventana. Conocer en una ráfaga de movimiento. Uno o dos segundos quizás. Tres como mucho. amor a un sólo vistazo. Conversaciones tan íntimas que no llegan a ser escuchadas por una misma. Está en todas partes, ¿por qué tenemos miedo a acotarnos? Nunca es tarde para aprender a mirar, de eso me he dado cuenta.

Las palabras se quedan cortas

Después de todo, de tanta palabra dolida, de tanto suspiro quejoso, de tanta punzada retenida, después de todo eso, me libero y descamo la costra que recubre mi piel. Debajo se esconde la otra piel que nunca miré, que no aprecié, que no supe querer. Se me expande el pecho al respirar y siento la certeza de que voy por buen camino, que me doy cuenta dónde acaba la piel muerta y dónde brota la viva. Sobre todo, amar, pero de verdad, con calma, disfrutando, lo he intuido, lo he probado y sé que quiero eso.

Y la tierra volvió a escupirme

Me tragó, bien tragada, me digirió, me descompuso y me defecó pero volvió a absorverme y me redigirió y de nuevo me escupió. Respiro y el aire fresco quema mis pulmones, aún siento los ardores en el corazón, mi estómago cerrado, el dolor salado en mis ojos, pero respiro, más allá de lo que mi mente me hacía soñar. Es la ocasión de volver a recomponerme, a reconstruirme como solamente yo quiera, de andar sobre la tierra, no dentro de sus vísceras. Ocasión de reaprender lo malamente aprehendido y seguir aprendiendo, eso siempre.

Trágame

A veces desearía que la tierra realmente me tragase y no me escupiese nunca. Devorara mis huesos y me arrastrara por sus estrechas gargantas, me desintegrara y me digiriera en su jugo de fuego para hacer florecer los más bellos sentimientos ajenos. A veces lo deseo.