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Nada es insignificante_III

A la mañana siguiente, Alex se encontraba de pie, paralizado frente al salón, con los ojos y la boca en una mueca de incertidumbre. La irritación le iba haciendo cosquillas en el cogote y las cejas se le fruncían. Cogía aire y en su garganta aparecía un nombre: —¡Anaaaaaaaaaa!— gritó con furia—¡Qué es todo esto! Ana salió rápidamente del trastero: —¿Qué pasa qué pasa? —¡Qué es todo este desorden! —Nada Alex, estaba haciendo sitio... —¿Sitio para qué?¿No ves cómo lo has puesto todo? El salón estaba lleno de cajas y trastos. Un completo desorden para Alex, una traición a todos esos objetos que los sentía clamarle que los devolviera a su sitio. A Ana en el fondo le hacía gracia la excentricidad de su hermano. Alex no podía hacer una cosa con ella sin que se irritase. Para él Ana todo lo hacía mal, todo lo ponía descolocado. Todo era un desastre. El lunes volvió al trabajo. Ese día se levantó dando un pisotón al suelo con el pie derecho, salió de su casa dando otro pisotón y...

Nada es insignificante_II

Una tarde al salir del trabajo, el cielo amenazaba lluvia. Viendo que se mojaría esperó al autobús. El paraguas era un objeto que cuando se lleva encima no llueve, incluso sale el sol, y cuando no se lleva encima cae el chaparrón como el que le estaba cayendo a Alex en ese momento. La parada no tenía marquesina y el techado más próximo estaba lo suficientemente lejos para cuando llegara el autobús y no parase al ver a alguien detrás corriendo. Decididamente, se quedaría hecho una sopa. Para más inri, llevaba clavado cuarenta y cinco minutos. A la hora y media, resolvió volver andando, total, un resfriado tocaba como mínimo. A los quinientos metros una ola lo cubrió entero, el “maldito autobús” acababa de pasar y para más mofa había hecho otra de las suyas. Alex se empezaba a preocupar, pensando qué había hecho mal para que no tuviera un poquito de suerte. Se santiguó dos veces lentamente y apretó el paso Al día siguiente relucía un sol asfixiante y en la mano de Alex brotó un hermoso ...

Nada es insignificante_ I parte

Nada es insignificante, esta era la constante premisa en la vida de Alex. Era un chico un tanto maniático a los ojos de los demás, pero que bajo esta apariencia excéntrica albergaba un terror respetuoso, un temor hacia los objetos que le rodeaban, ya podían ser de lo más cotidiano que, para él, escondían una fuerza secreta capaz de cambiar la suerte de quienes quisieran. Aún así, Alex llevaba una vida aparentemente normal. Él pensaba que si respetaba a los objetos con los que convivía, estos a su vez no le originarían ninguna desgracia. Es por esto, que sus días eran todo lo ceremoniosos que Alex consideraba necesario, a no ser que alguna fuerza oculta le hiciese cambiar algo para que todo siguiera un curso tranquilo. Comenzaba su día bien temprano, se aseaba, desayunaba, se vestía, mientras esperaba que la cama se enfriara y aireara, era lo último que hacía. Luego salía hacia el trabajo, se dirigía hacia la parada del autobús, si a las y veintidós no aparecía, eso quería decir qu...

René Aubry

Sentiros humanos... http://www.youtube.com/watch?v=n99lYsMl8Ns

[...]

La imaginación es sólo el simulacro de un albor que estuvo a punto de ser pero que el pensamiento mató. (A ver, ¿cómo os tomais esto?)

Lienzos rotos

La mujer que había dentro de mí, me miraba en el espejo, escudriñando quizás el porqué de mi actitud. Aquel asunto le pareció mal llevado por mi parte, pero el impulso de mis sentimientos me pudieron. No pude evitar escupir toda mi bilis, una bilis acumulada durante años, me sentía obligada a ser marioneta que imitaba a los demás. Me miró en el espejo con ojos lastimeros, en el fondo me hacía comprender que sólo yo podía solucionarlo. Una sonrisa trémula se dibujó en mis labios y una nueva esperanza brotó en mis manos. Estaba convencida de que lo conseguiría.

(sin título)

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