sin ganas de nada

La sopa estaba espesa, algo no fluía bien en el ambiente. Un calor sofocante le subió desde el pecho hasta la cara, se incrementaba por el foco de luz asfixiante al que se sometía. El carácter era un tanto indiferente desde días atrás, un tanto reacio quizás, con una vaga irritación, una vieja irritación más bien. Aun así le parecía muy extraño que la sopa fuera tan espesa, le llegaba a repugnar. Pero se la tomó. Intentó librarse por un momento de todos esas ideas que le aturdían el pensamiento constantemente, pero fue en vano. Cuando se hocicaba con un tema le era muy difícil dejarlo. Pensaba en qué podría escribir para aquella ocasión y, por otra parte, en cómo podría solucionar la situación añeja, la cual no debería afectarle como le afectaba. Pero ahí estaba, devanándose los sesos, escudriñando las palabras que diría, imaginando qué efectos producirían esas palabras... y mientras, miraba unos papeles con una serie de premisas que le decían cómo era su personalidad. “Tonterías” pensaba, pero realmente creía en ello. Lo tomaba como si fueran instrucciones, instrucciones de cómo darle el giro a su personalidad en el punto conveniente, según conviniese. Era irónico, aunque se sintiese con fuerzas y esperanzas, habías días en que estaba de esa manera tan reacia, tan impersonal hacia todo, y esa actitud resacosa duraba días, sin quererlo. Se encontraba al punto del asco, ensalzaba en su mente el carácter insignificante de las cosas, todo le parecía que no merecía ni un poco de su preocupación y esfuerzo, todo con un poco de venganza y rencor en su mirada, clavada en las letras del papel, aflorando los recuerdos, sin nada con que retenerlos, dejándolos calar en su cuerpo sin surtir ningún efecto.

Aparecía sin aviso una trémula sonrisa en sus labios, de confidencialidad consigo mismo, de entenderlo y no importarle, al menos en ese momento, o en esos días atrás. Sin embargo, estaba a punto de lanzar una pregunta, que lo ensalzaría por completo o lo hundiría entero, sin imaginarse respuesta, pero el temor, siempre sus temores, le retenían la gallardía.

Miraba la taza que contenía aún un poco de sopa ya fría o tal vez recalentada por el foco, espesa y blanquecina. Cuando releía lo que llevaba escrito lo desechaba arrugando la cara, luego una cara de posible aceptación en algunas cosas, después una cara inexpresiva y pensativa, finalmente los párpados bajaban y sus dedos tecleaban. Sólo en su mente fluía.

Comentarios

R. ha dicho que…
Hola Neko, me paso por tu blog porque soy otra de las "jefas" de micro abierto y cía y me han hablado de ti...
Mañana lo leeré más detenidamente...
No dejes de escribir.
Un saludo.

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